"Mire,
yo no persigo la poesía. La poesía está en la realidad"
Manuel Álvarez Bravo (Premio Hasselblad, 1984)
Sobre la obra y vida de Manuel
Álvarez Bravo se han escrito cantidades y cantidades de páginas muchas de ellas
atinadas en el punto justo, han sido usadas las palabras exactas ya sea por la
pluma de Luis Cardoza y Aragón, Octavio Paz o Xavier Villaurutia, por mencionar
algunos y no llenar este texto de grandes personalidades, entonces me pregunto
¿Quién soy yo para escribir sobre algo tan sublime, cómo podría hacerle honor
en un texto a esas fotografías en donde la belleza sutil anda desnuda comiendo
fruta por las calles empedradas? Soy un
ser afectado y eso me da derecho, quizá no tengo la maestría en el uso de la
palabra y eso sin duda dificulta el explicarme a mi misma qué es lo que siento
pero las fotos de Don Manuel me han sentado en el borde de una barda a
contemplar el paisaje, a ver cómo va pasando la vida hasta en el último rincón
de éste país, han dilatado mis recuerdos y han hecho que mi imaginación, como
las blancas telas de Qué chiquito es el
mundo (1942), se ondee dulcemente
en el vaivén de la fantasía.
De forma que no encuentro otra manera
de escribir sobre la obra de éste gran artista que no sea mediante el uso de
otro tipo de imágenes: las imágenes poéticas pues creo que mis comentarios
deben estar en el mismo nivel en el que se encuentran las fotografías de Manuel
Álvarez Bravo porque ¿Qué sentido tiene decir una vez más que su uso técnico de la cámara era de gran
maestría? De pronto siento que aquí la misma cámara pese a todo sale sobrando,
que la fotografía es sólo un medio (aunque el medio exacto) y lo que importa es
más bien el ojo, la imaginación y la agudeza de ambos, que vale más la
capacidad de descubrir, crear, significar la cotidianeidad y dotarla de tanta
plasticidad que sea posible reacomodarla en ese lugar justo donde la línea de un cable se cruza con la banqueta y
enmarca el sufrimiento (El gran
penitente, 1954) o ahí en el umbral (1940)
donde el líquido de la vida se derrama hacia otros mundos y nos deja con la
tentación, con la duda.
El umbral, 1940 |
En la obra de Manuel Álvarez
Bravo se percibe más que la realidad fotografiada, la realidad imaginada vuelta
creación: tiros de aza(h)ar (La buena
fama durmiendo, 1938), espacios habitables y transparentes hechos por haces
de luz (Retrato de lo eterno, 1935), metáforas y símbolos construidos con planos y
firmes sombras o con el más simple de los objetos al que protege e ilumina la
buena voluntad de querer estar vivo (Jícamas,
1929), todo por el juego, la inocencia, la sonrisa, por sentir ese calor que
recuerda a los cuentos de Jesús Gardea o por tocar siquiera la suavidad del
rebozo que deja ver a la fruta prohibida (1977)
de la cual brota la misma sensualidad que hay en la literatura de Inés
Arredondo. En las fotografías de Álvarez Bravo todo esta cargado de la vital energía
que incita al ritual, a prender una vela (Panteón,
visitación, 1964), a escribir un poema, a sentir el ensueño.
María Vázquez
Retrato de lo eterno, 1935 |
Jícamas, 1929 |
La fruta prohibida, 1977 |
Bibliografía:
- Rita Eder, 1992, El arte de Álvarez Bravo en los años treinta, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 7-11
- Cesar Moro, 1992, La fatalidad vestida de negro, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 13
- Octavio Paz, 1992, Cara al tiempo, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 14-17
- Luis Cardoza y Aragón, Entre la máquina y el mundo real, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 19-27
- Adré Bretón, Un fragmento, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 29
- Elena Poniatowska, El sueño es blanco y negro, Luna Córnea, Año 1, 1992, pag. 31-39
- http://www.udg.mx/es/efemerides/2016/4-febrero
- http://www.letraslibres.com/mexico/ojos-en-los-ojos-manuel-alvarez-bravo
- http://elpais.com/diario/1985/04/30/cultura/483660007_850215.html
- http://www.manuelalvarezbravo.org/index.php
- https://issuu.com/c_imagen/docs/lunacornea_1
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